domingo, 5 de agosto de 2012

Redención



Me mira a los ojos, al borde de una pregunta que supe, no podré  responderle, ni siquiera con un "lo siento", si tan sólo hubiera algo aquí dentro aún, pero ya sé, ni siquiera la lástima se asoma a mi piel viéndola ahí, en el llanto y la miseria que le han regalado mis acciones, mis últimas palabras, mis golpes.


La he amado, sí, en algún tiempo, en alguna temporada en que su boca era mi único alimento, sus caricias mi aire, su compañía, el escape a la desesperación que se atoraba en mi garganta, sin dejarme respirar. La amé, con el resplandor de mis años jóvenes y optimistas, en la plenitud de la música que inspiró tantas noches en las cuerdas de mi guitarra.


Pero me he hecho un mounstro, un ente que fué secándose, muriéndose, no es su culpa, lo sé bien, fueron todas antes que ella, que dejaron las heridas infectándose, supurando, pestilentes, su única culpa ha sido amar a alguien como yo.


Y me mira, aún suplicante desde el otro lado de la habitación, las múltiples lágrimas brotan de sus ojos azules, ¡Dios! ¿cómo he podido romper esos ojos azules?, ¿cómo he podido amoratar esa piel tan perfecta?, sacudo mis manos ensangrentadas, y un grito se apodera de mi pecho, mi último acto con ella ha sido odiarla, haciéndola culpable de todos mis lamentos. 


Me apoyo contra la ventana, un suspiro profundo, dejándome envolver por la paz que me trae éste peculiar frío, y cerrando los párpados la traigo a mi mente, a ella, a la única mujer que fué capaz de sacar lo mejor de mi, y sin embargo le dí lo peor, tan maldito, tan cruel que estos momentos finales saben a mierda, a azufre, al infierno que me está esperando sin ninguna contemplación.


Me desangro, producto de las heridas en mis muñecas, mi última muestra de amor por ella, mi intento de redención a sus pies, sólo así habré de dejarla libre para que sea feliz, sólo así podré salvarla.


Y mi rezo final a Dios - que ojalá si exista- que  pase lo que pase,esta preciosa,  pueda olvidarme.




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