jueves, 16 de agosto de 2012

Demente (Sólo para mentes abiertas)


(ATENCION!!!, Sólo para mentes abiertas)


"Sentado en el sofá frente al ventanal que me separa de la lluvia, con la copa de vino entre mis dedos"


- Te amo – te dije y tu cara palideció, te largaste a reír nervioso y me pediste que dejara la broma, yo estaba serio – No estoy bromeando -, dejaste de reír, te veías mareado, confundido... – No puedo creerlo – tu voz sonó distante, ajena a ti, intenté acercarme pero los mismos pasos que di hacía ti, tú los retrocediste, tus ojos azules brillaban incrédulos, profanados por mi confesión.
- Lo siento – mi voz a penas un susurro

Te quedaste en silencio apoyado en la pared, con la mirada fija en el suelo apretando los puños, reprimiendo tu rabia, yo me quedé quieto, con la mirada fija en ti.


El silencio en el cuarto nos sofocó, reaccionaste al final, te fuiste y me quedé solo, llorando mi tristeza, realmente fui un idiota en pensar que me correspondías.

"Cierro los ojos reteniendo tu imagen, y tu nombre parece retumbar en esta habitación, como duele oírlo".

En la oficina me eludiste todo el tiempo, intenté comprender tu reacción siendo quien eras, el “soltero conquistador” de la empresa, todas las mujeres caían rendidas ante tu metro noventa de altura, tu cuerpo esbelto, tus ojos azules, tu sonrisa blanca y perfecta, tu trato delicado, y yo también caí, como un insecto en tu telaraña porque yo te conocía mejor que todas ellas. Jamás me pasó por la mente la idea de ser gay, incluso hasta antes de conocerte pensaba casarme y tener hijos algún día, pero tú lo cambiaste todo aunque nunca lo comprendieras.

"El amanecer llegará mañana y alguien sonreirá, más ahora la noche sólo guarda llanto".

No era raro desde entonces encontrarme llorando por los rincones o espiándote en los pasillos, no podía, no lograba convencerme, casi estaba seguro de que sentías algo por mí, con esas sonrisas y miradas que parecían decir siempre algo más, esas caricias tan cercanas, esas frases entre líneas... ¡Qué fácil es equivocarse!, sólo eran un juego, sólo eras mi amigo.
Te miraba para recordarme que jamás podría tocarte, hasta que me sorprendiste, bajaste la mirada avergonzado, yo hice lo mismo y comencé a alejarme, unos pasos tras de mí me alertaron y esa fuerte mano aferrándome por el brazo me hizo voltear para encontrarme de frente con tu rostro endurecido... me golpeaste, no me defendí a pesar de que yo era más alto y fuerte que tú, supuse que me lo merecía, sentí la sangre saliendo de mi labio inferior, la deje brotar libre, tal como tu rabia, te había perdido, entonces me besaste, hambriento, desesperado, consumiendo la poca cordura que quedaba en mí.


"La ruleta continúa girando y yo sigo perdiendo".

Tu beso dejó en mí el latido de una ilusión y sembró una sonrisa, acariciaste la mejilla golpeada y te alejaste silencioso. Yo no logré hacer ningún movimiento ni pude formar palabras en mi garganta simplemente lloré viendo tu silueta desaparecer. Quedé confundido, aturdido por tu actitud, no volviste a acercarte, no hablaste y no te atreviste a mirarme, entonces fui yo quien decidió atacar, te seguí al baño y nos encerré, me miraste perplejo, casi ofendido, pero en cuanto te abracé besaste mis labios como si fueran un oasis en el desierto. Me sentía feliz, me correspondías después de todo, me deseabas, tus caricias te delataban y tu lengua en mi cuello incitaba el deseo, te desnudé despacio besando cada tramo de tu deliciosa y ardiente piel, pero recuperaste la postura, me empujaste con fuerza alejándome de ti, me miraste con odio mientras te vestías y yo permanecí inmóvil sin entender.


"Si habían dos de ti, ¿Por qué ninguno pudo amarme?".


No lo comprendí, te amaba tanto y eras un extraño, realmente no te conocía tan bien, que cruda forma de descubrirlo. A los pocos días me despidieron del trabajo, no pudieron darme un motivo real, más no importó, sé que tuviste la culpa, todos me miraron al marcharme
susurrando a mi paso – Es maricón, quiso acostarse con uno de los jefes – y te odié, por sobre el sentimiento que jamás valoraste, arruinaste mi vida, mis sueños y mis ganas de vivir, te reías de mí burlesco, de mi amor, de lo único sincero que he sentido, de lo único que he entregado, te reíste frente a mí, a mis espaldas, en mis pesadillas y te cobré el precio, esa misma tarde llegué a tu departamento, abriste los ojos enormes al verme, asombrados, aterrorizados, intentaste cerrar la puerta pero te lo impedí, entré a la fuerza y te agarré por los brazos, no podías huir.


"Clavaste en mí las espinas y te quedaste con las rosas marchitas".


Vi el miedo en tus ojos cuando te até a la cama y te desnudé con violencia desgarrando tu ropa, te moviste con desesperación buscando escapar, pero te aprisioné bajo mi cuerpo.
Violento, Brutal entré en ti saboreando el dolor que se dibujó en tu rostro, Sangre, Dolor, no me detuve, desgarrándote tal como tú me habías desgarrado el alma, Profundo, Vehemente, sin piedad, llorabas de asco y dolor, de impotencia y miedo, continué, más y más rápido, vi tu ira, tu odio, tu placer... y te amé, con fiebre, con desquicio, con ímpetu... ya era un demente. Sin Clemencia, Imperdonable te hice mío hasta llenarte de mí, me retiré notando como esa sangre maldita brotaba de la herida que provoqué, ya estaba hecho, no me olvidarías, ya nunca me olvidarías.


"Y aún tengo plasmado en mi piel el sabor de tu cuerpo, el olor de tu sangre, el calor de tu llanto".


Te quedaste inmóvil consumiéndote en el castigo y te besé, un dulce beso de tu amargo cuerpo, temblaste, te cubrí con una sabana mientras mordías tus labios hasta hacerlos sangrar – Nunca me amaste en realidad – dijiste con rencor, humillado y en tu frágil voz creí oír una doliente plegaria, no respondí sólo me marché. Caminé por las calles en silencio mientras comenzaba a llover, lágrimas, lágrimas de dos seres destrozados. Volví a casa y tomé la copa de vino que había servido horas antes, contemplé el cielo, ¿llorará por nosotros?, una lágrima nació de mis ojos y murió dentro de la copa... un sorbo.
Un brindis por el destino que se carcajea a cuesta de nuestro dolor.
- A tu salud amor mío – bebo hasta la última gota y arrojo la copa al suelo donde se hace añicos, que hermoso sonido, que apropiada melodía. Me estremezco, mis entrañas se queman, arden, el veneno comienza a hacer efecto llevándose de a poco mi vida vacía, bendita muerte que acude a la cita... todo se nubla y en mi mente sólo tu rostro es nítido, sonrío...

"¿Qué nunca te amé?, ¿Me creerás ahora?... adiós amor, nos vemos en el infierno".


“A veces amamos tanto que solo hacemos daño”

1 comentario: